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Viaje al fin de la tierra: turismo espacial, ¿una amenaza para la ecología?

 59,159 Ecologistas

¿Quién no soñó alguna vez con ser astronauta? Sin embargo, la posibilidad de hacer turismo fuera de la Tierra no estaba en los planes de la mayoría… hasta ahora. La carrera espacial ya no pasa por la supremacía científica como en la Guerra Fría. Hoy los ojos (y los billetes) están puestos en la colonización del espacio.

No es sólo una cuestión de estados, sino también de competencia y divertimento entre multimillonarios. Jeff Bezos (Blue Origin), Elon Musk (SpaceX) y Richard Branson (Virgin Galactic) son tres reconocidos magnates que comparten la ilusión escapista y se disputan el cosmos desde hace aproximadamente dos décadas. Y parece que en la new space age todo vale: la venta de experiencias, como ingravidez, mareo y fuerza g, además de imponentes postales de nuestro planeta, son parte integral de un nuevo mercado de sensaciones que los pies en la Tierra no pueden alcanzar.

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Richard Branson, Mandamás De Virgin.

Una nueva llegada de civiles al espacio no pasó inadvertida el pasado 29 de junio. Virgin Galactic realizó su primer vuelo comercial luego de que la misión Galactic 01 despegara desde la base Spaceport America, en Nuevo México. Cinco días después de este hito empresarial, nuestro planeta registró el día más caluroso de su historia, con una temperatura media global de 17,18 ºC. Y, aunque los vuelos espaciales comerciales no sean los responsables del calentamiento global, son una actividad en auge capaz de dejar una huella ecológica irreversible.

Para ponerlo en números: se calcula que cada vuelo turístico de Virgin Galactic y Blue Origin emite entre 60 y 90 toneladas de dióxido de carbono, respectivamente. Es decir, unas 8 y 15 toneladas por pasajero. En comparación, cada persona en el mundo emite un promedio de 4,8 toneladas de CO2 al año, siendo los países más ricos los más contaminantes.

La generalización de este tipo de experiencias sería una amenaza a la necesidad de disminuir drásticamente las emisiones de carbono para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales, tal como se estableció en el Acuerdo de París y se ratificó seis años después en el Pacto de Glasgow.

El panorama climático es tan claro que, en los últimos días y ante la ola de calor extremo que azotó al hemisferio norte, la mismísima NASA advirtió la situación de calentamiento generalizado: «Prevemos que esto va a continuar, y la razón por la que pensamos que va a hacerlo es porque seguimos introduciendo gases de efecto invernadero en la atmósfera», señaló el director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la agencia estadounidense, Gavin Schmidt. En esta realidad, la transición energética en medio del ya innegable colapso ecológico parece cada vez más lejana.

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EL FUTURO LLEGÓ HACE RATO

Aunque parezca reciente, las puertas del espacio abrieron por primera vez en abril de 2001 para personas extremadamente adineradas. El multimillonario empresario estadounidense, Dennis Tito, fue el primer turista que viajó a la Estación Espacial Internacional de la mano de la empresa Space Adventures, una vivencia que le costó 20 millones de dólares.

A lo largo de los últimos 20 años, un puñado de turistas ricos también lograron viajar más allá por mero placer, antes de que las compañías SpaceXBlue Origin y Virgin Galactic decidieran hacer del espacio el nuevo destino turístico. Estos acontecimientos excepcionales podrían ser habituales para 2026, ya que la compañía del británico Richard Branson continúa recaudando fondos para financiar el desarrollo y la expansión de su flota de naves, lo que permitiría la realización de vuelos semanales.

Virgin Galactic actualmente cuenta con más de 800 viajeros que esperan llegar a la frontera entre la atmósfera terrestre y el espacio. Estos pasajes se vendieron entre 200 y 250 mil dólares cada uno hace más de una década, pero en febrero de este año la compañía habilitó de manera oficial la compra de tickets para ir al espacio y el valor ascendió 450 mil dólares por asiento, según la revista Forbes.

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¿UN PEQUEÑO PASO PARA EL HOMBRE, UN GRAN SALTO PARA LA HUMANIDAD?

Si hay frases que quedaron en la historia, indudablemente esta es una. Sin embargo, la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969 sigue rodeada de escepticismo. Las teorías conspirativas ganan cada vez más terreno y muchos creen que se trató de una pieza cinematográfica que contó con la colaboración del director Stanley Kubrick, dado que el año anterior estrenó 2001, una odisea en el espacio.

Más allá de la controversia en torno al suceso mundial que reunió a 600 millones de personas frente al televisor, los defensores de la industria aeroespacial argumentan que la huella de carbono sigue siendo menor que la generada por los cien mil aviones que vuelan diariamente en el mundo. Lo cierto es que el sector está experimentando un fuerte crecimiento en manos privadas y su impacto ambiental podría llegar a ser muy relevante.

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La liberación de gases en estratos altos de la atmósfera durante los lanzamientos espaciales tiene efectos nocivos sobre la capa de ozono. Un gas frecuentemente emitido y aparentemente inocuo, como el vapor de agua, también contribuye al efecto invernadero. Y, por más que los vuelos turísticos de Virgin Galactic o Blue Origin sean suborbitales y no requieran la misma energía que entrar en órbita porque sólo ascienden entre 80 y 100 km de altura para experimentar la gravedad cero por corto tiempo, el potencial peligro es la frecuencia de este tipo de aventuras.

Es que alcanzar el espacio a gran escala podría tener consecuencias desastrosas para nuestro planeta. Según la BBC, “durante el lanzamiento, los cohetes pueden emitir entre cuatro y diez veces más óxido de nitrógeno que Drax, la planta de energía térmica más grande del Reino Unido, durante el mismo período”.

GALACTIC 02 YA TIENE FECHA

Mientras los expertos en cambio climático advierten que ya no queda margen para seguir emitiendo carbono, el turismo espacial recién comienza. La misión bautizada como Galactic 02, segundo viaje comercial para Virgin Galactic, tendrá lugar el próximo 10 de agosto. Keisha Schahaff (46) y su hija Anastatia Mayers (18) ganaron sus lugares en un sorteo, tras participar en un acto de recaudación de fondos organizado por la compañía.

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Fue el propio Richard Branson quien comunicó la noticia en la casa de las futuras pasajeras para entregarles los trajes de astronauta (todo muy normal, sí). El tercer pasajero, Jon Goodwin (80), participó en los Juegos Olímpicos de 1972 y se convertirá en la segunda persona con Parkinson en lograr la hazaña. A bordo de la nave también viajarán una empleada de la empresa y dos pilotos. El vuelo durará alrededor de una hora y media, pero los pasajeros sólo estarán unos minutos en el espacio.

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